miércoles, 7 de octubre de 2009

JUANITO ALIMAÑA

Juanito, en medio de su irresponsabilidad no estaba muy convencido que Paco pudiera asistir como representante de España, pues lo consideraba que era un hombre poco diplomático, incapaz de comportarse a la altura, además que no contaba con suficiente linaje como para cumplir con su tarea. Otra cosa, y esto sí que puso a Juanito a pensar, Paco era un hombre huraño, bohemio, muy lejos de tener una ortodoxia religiosa definida y esto lo hacía cada vez ser el menos indicado para dicha misión.


Pero, el viaje al Oeste a Juanito en realidad no le importaba, su cabeza no había lugar sino para Victoria, cada vez que pensaba en ella, se le intrincaban los sesos, - maldito el día en que la conocí,… puta miserable - solía decir; claro está, que de labios para fuera, por que en verdad muy en el fondo sabía, que desde que la conoció, era quien dirigía su vida, para bien o para mal.


Cierto día, en esos de los tantos que iba Juanito a la capilla, sólo por verla a ella, con su manto negro y entregada devotamente a las letanías, rezos y rituales cristianos; él salió primero al acabar la misa, la esperó un buen rato, pues ya era costumbre que Victoria, se quedara hablando un tiempo con el padre. Por fin salió, él le sonrió y entre charla y charla, sin darse cuenta, estaban en la calle que los dirigiría a la tranquila localidad de Titusville, él la invito a entrar al Blue Canoe Café; se sentaron frente a frente, y por un buen rato mientras el mesero traía su orden, sus miradas se convirtieron en un momento en el “espejo de su alma”; el clima de aquel día dificultaba su respiración y un humo blanco y espeso expelía de sus bocas. El olor a capuchino caliente los envolvía; en ese mismo instante llegó su orden.


Por su parte, Don Juan, que ya sabía de las andanzas de su sobrino, muchas veces quiso desistir de él, el incumplimiento de sus deberes y su falta de seriedad en el trabajo, ya lo estaban hartando. Estaba enterado que muchos de los oficios enviados eran hechos por Bustamante, Juanito, en realidad no era indispensable, pensaba su tío.


Victoria, en realidad mantenía una concepción muy diferente a la otorgada por la mayoría de las personas que conocían a Juanito; para ella, él había permitido sobrellevar su vida de vicios y soledad; sentirse amada y realmente feliz, aunque, ella sabía muy bien que esto era sólo un espejismo, una fantasía, pero aún así, se resistía a perderlo; no podría olvidar nunca aquella tarde en la que en un bote alquilado recorrieron horas y horas el río Oil Creek,… cuando sumergiéndose en sus ojos, se olvidó del mundo.

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